El comunismo tradicional no abandonó España en 1939 | Juan Hernández Hortigüela

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La triste historia del comunismo en España nos confirma que esta ideología no ha tenido nunca identidad propia. Su invento se produjo, prácticamente, en el año 1921, cuya procedencia se inicia de la escisión de una parte del Partido Socialista Obrero Español y siguiendo las directrices ideológicas de la “Internacional Comunista”, fundada por un enfermizo intelectual, Wladimir llic Ulianov, más conocido por su seudónimo, Lenin, y un descendiente de judíos, Lev Davidovich Bronstein, llamado en España León Trotski, que finalizó sus días en México, asesinado por el criminal aparato de Stalin

Una de las primeras fundadoras de este partido comunista español fue otra triste figura española, Dolores Ibárruri, alias “La Pasionaria”, quien ostentó la secretaría del Partido Comunista hasta el año 1932 y presidenta del mismo hasta su muerte en Madrid, en el año 1989, cuando contaba 94 años de edad.

Varios secretarios generales han presidido este partido español de obediencia fiel y ciega a las directrices ideológicas y administrativas del aparato comunista ruso. Durante nuestra guerra civil era secretario general del partido José Díaz Ramos, elegido en el año 1932,  hasta el año 1942. Durante este tiempo, el ínclito responsable de los crímenes de Paracuellos del Jarama, Santiago Carrillo Solares, fue nombrado secretario general de la unión de las “Juventudes Socialistas” y las “Juventudes Comunistas”, cuya principal obra conocida de estas juventudes fue la participación directa en gran cantidad de crímenes, que se les atribuyen durante la guerra española de 1936.-1939

Hay que significar debidamente que el PSOE ha sido siempre el colaborador imprescindible para llevar en volandas al Partido Comunista Español, dotándole del elemento humano y político necesario para su supervivencia. El muy burrancón socialista, Largo Caballero, fue el artífice de la unión del PSOE con el Partido Comunista, en el mes de enero de 1936, para formar el desgraciado “Frente Popular”, con objeto de expulsar a las bases del centro-derecha de la política española. Los nefastos resultados de esa unión, como uno de los eslabones esenciales de la Guerra Civil, son conocidos por todos aquellos españoles que tengan una mínima curiosidad por nuestra reciente Historia y que, por cansancio, no voy a volver a relatar.

Después de la guerra civil española, la permanentemente resentida Dolores Ibárruri se dedicaba a alimentar y manipular el odio entre los españoles, dirigiendo el “maquis” en España, desde 1943 a 1948, y dictando sus proclamas mentirosas y dantescas desde la famosa emisora (que yo también escuchaba con mi radio de galena) denominada Emisora España Independiente, localizada en los Pirineos franceses. Los objetivos guerracivilistas del “maquis” finalizaron con un rotundo fracaso, mientras el criminal de Paracuellos, Santiago Carrillo recibía en Moscú, por sus grandes méritos criminales durante nuestra guerra civil, condecoraciones y cargos, relativamente relevantes, en el sanguinario régimen comunista de Rusia, presidido por uno de los mayores criminales de la Historia: el “padrecito” Stalin. Muerto este bárbaro personaje en el año 1953, Santiago Carrillo se dedicó a pasear libremente su palmito por París, disfrutando y golfeando en esta bella ciudad, bien pagado por el partido comunista ruso, mientras sus pobres e ignorantes correligionarios en España, eran implacablemente perseguidos, ajusticiados y condenados a muerte por Francisco Franco.

La decisión más coherente y justa de los comunistas españoles hubiera sido, según mi criterio, no haber elegido como secretario general, en el año 1960, a este gran vividor que huyó cobardemente de España, después de cometidos sus crímenes, mientras que, repito, sus electores estaban siendo perseguidos en España con saña inusitada.

Llegados a este punto, conviene repasar qué ha pasado, después de la muerte de Francisco Franco, con el Partido Comunista en España

El Partido Comunista, en nuestra historia reciente, ha tenido como secretarios generales a personajes de muy diverso pelaje; baste recordar al asturiano Gerardo Iglesias, elegido como secretario general en el año 1979, después de la muerte de Franco, conocido minero que, según relatan sus partidarios, fue un gran aficionado a la sidrina y, en general, al permanente culto del dios Baco.

En primer lugar, pienso que por miedo infundado a una revolución comunista, por parte de las nuevas autoridades españolas de la llamada “Transición”, presididas por el rey Juan Carlos, se otorgó un protagonismo excesivo y malsano al Partido Comunista presidido, entonces, por el criminal Santiago Carrillo. Fue el rey Juan Carlos quien convenció a este criminal, previo pago político, a desistir de sus vengativas pretensiones mientras, desde Italia, Carrillo se hartaba de insultar al rey en la prensa de este país, denominándole como “Juanito el tonto”.

El rey Juan Carlos utilizó muy convenientemente al presidente Adolfo Suárez para, desde su sonora traición a la cúpula militar española, legalizar el Partido Comunista un día del mes de abril del año 1977 (Domingo de Ramos de la Semana Santa) y elevar al criminal Carrillo (que previamente se paseaba por Madrid tocado de una peluca, para no ser reconocido) al título de héroe de la “Transición”, que tiene güevos la cosa, mire usted. Murió este criminal personaje en el año 2012, en la cama, a los 97 años de edad, ensalzado como un héroe nacional por todos los políticos españoles, salvo escasas excepciones, tanto de izquierdas como de derechas y, por supuesto, por el mismo rey Juan Carlos.

No obstante, conviene que se sepa que en el año 1985, destacados comunistas muy conocidos (alguno de ellos vivo todavía hoy) como Anguita, Camacho, Sartorius, la Pasionaria y el mismo Gerardo Iglesias se encargaron, en el año 1985, de defenestrar  a Santiago Carrillo de la secretaría general del partido.

Después, el Partido Comunista ha tenido un único secretario general de cierta relevancia por su honradez personal y valentía, Julio Anguita, aunque excesivamente iluminado y visionario, que no ha logrado desprenderse de la pata anticapitalista y del tradicional comunismo revolucionario, apenas existente ya en el mundo occidental. Su sucesor, el sectario Gaspar Llamazares, maleducado en Cuba, cambió el nombre del Partido Comunista sustituyéndolo por “Izquierda Unida”, que ha terminado como nació, desunida, hundida y absorbida por el actual fango populachero, gracias a la ayuda traidora de su último secretario general, Alberto Garzón, como eficaz medio para continuar mojando pan en la grasa del pesebre nacional.

Esta es, a grandes rasgos, la triste historia de un partido al que se le ha proporcionado un protagonismo que no se merecía en España, ni por su trayectoria moral y criminal ni por su ideología, donde solo permanece hoy allí donde la democracia no existe y donde impera la pobreza, la ignorancia y la dictadura política.

Ahora, en España, reaparecen los comunistas con los mismos planteamientos ideológicos de siempre, renacidos entre las inmundicias de las tiendas de campaña del 15-M del año 2011, de la Puerta del Sol madrileña (y de otras puertas del sol internacionales) regurgitando el mismo odio, callando su pasado criminal internacional, aupado con millones de votantes españoles que desconocen su macabra historia y que han metido, sin calzador, a estos nuevos populacheros en las instituciones españolas, cuyas consecuencias estamos padeciendo ya desde hace algunos años.

Me parece oportuno e interesante recordar lo que escribía José Antonio Primo de Rivera en el diario “Arriba”, en un artículo titulado Por mal camino, el 5 de marzo de 1936 (unos días después, el día 14 del mismo mes, era encarcelado para ser asesinado meses después) con motivo de un mitin organizado en la plaza de toros de Madrid, para celebrar el triunfo del Frente Popular; en el mismo intervinieron, entre otros, el separatista catalán Luis Companys y Jover, uno de los principales instigadores de los sucesos de octubre de 1934:

Si al paso de Companys hubo quien gritó ¡Viva Cataluña Libre!, en la manifestación del domingo se gritó repetidamente ¡Viva España Rusa”. Unos prefieren que España desaparezca por la desintegración; otros prefieren asignarle un destino colonial. Los que vitoreaban a España Rusa expresaban exactamente el sentido español del comunismo, que es, mucho más que una doctrina social y económica, una religión ferviente y satánica en la que se adoran los valores contrarios a los que España representa en la Historia.

Por último, también conviene que se conozca que el mundo occidental ha reconocido, muy tarde, por supuesto, que la ideología comunista ha perpetrado el mayor número de crímenes en el mundo, cifrándolos en muchos millones de personas.

Lo que no se ha reconocido nunca, y pienso que tardará muchos años en considerarse, es que el único dirigente europeo que luchó abiertamente contra el comunismo, hasta sus últimos días de existencia, fue el general Francisco Franco. Antes del comienzo de la guerra civil española, Franco vislumbró el peligro de que España cayera en las garras comunistas de Rusia, con la colaboración de los comunistas y socialistas españoles, convirtiéndola en un “satélite” más. No se debe olvidar que los socialistas han sido siempre los compañeros de viaje (viaje a ninguna parte) de los comunistas, cuando ha hecho falta unirse para destruir los valores de la Patria. En pleno siglo XXI, en esas pretensiones están todavía, oiga usted. El que no quiera verlo que despabile sus neuronas, lea y procure enterarse.

Mundialmente famosa se hizo la fotografía del año 1945, donde figuran los “vencedores” de la II Guerra Mundial, Stalin, Churchill y Roosevelt, durante la no menos famosa Conferencia de Yalta, donde el criminal Stalin todavía pretendía el dominio de la península ibérica, dominio que no consiguió, afortunadamente, durante la guerra civil española. En Yalta, Churchill y Roosevelt se doblegaron a algunos de los acuerdos propuestos por este carnicero, engañando a todos para cometer después los mayores crímenes de la Historia del mundo y sometiendo a media Europa, incluida parte de Alemania, a su férrea dictadura comunista cuyos nefastos resultados se lamentan hoy, pero que son ocultados en la actualidad por los dirigentes populacheros, y olvidados, o desconocidos, por sus millones de votantes españoles.

De nada ha servido, al parecer, esa maléfica experiencia comunista en Europa, cuyos países (Rusia, Hungría, Checoslovaquia, Rumanía, Polonia, etc.) fueron aplastados, moral y físicamente, por la bota estalinista de la que tardarán todavía muchos años en recuperarse. En España se jalean y aúpan a los nuevos comunistas que, por cierto, ya no proceden del frío, sino de los calenturientos países caribeños, pero exhibiendo el mismo carnet donde continúan impresos, sobre fondo de color sangriento, la hoz y el martillo, con renovadas pretensiones de contribuir a la destrucción de España y ganar la guerra que, ¡Dios sea loado!,  perdieron en el año 1939.

¡Vivir para ver!

Juan Hernández Hortigüela/ Historiador

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