El primer problema que se encuentra un maestro cuando entra en una clase es la diversidad de alumnos que tiene si quiere que todos hagan lo mismo. A los docentes, muy a menudo, nos ocurre que tenemos unos alumnos avanzados, otros atrasados y otros en la mitad. Lo que hacía antes era una propuesta encaminada a esa mitad. ¿Qué pasaba? Que los avanzados se aburrían y los que llevaban un nivel más bajo no llegaban a aprender. Si hacía una propuesta de actividad demasiado baja, los de nivel medio y avanzado, como eran mayoría, se aburrían y creaban problemas de comportamiento. Si la propuesta era demasiado alta, la mayoría de alumnos no llegaba…¿Qué factores o variables clave hemos tenido en cuenta para solucionar la diversidad en la clase? El primer factor es el trabajo abierto. Hay una primera conclusión que podemos extraer de este método: el trabajo abierto: la diversidad como ventaja.

¿Qué ocurre en el aula cuando se proporciona un modelo con instrucciones precisas? Pueden pasar dos cosas: unos alumnos saben hacerlo, reproducen el patrón y lo hacen bien y otros alumnos que no saben hacerlo, se desmotivan, desisten, se aburren y, en consecuencia, provocan problemas al docente. Por tanto, estamos hablando del primer factor: el trabajo abierto.

Las ventajas del trabajo abierto son que el profesor se descarga de mucho trabajo. Cuando el alumnado dispone de autonomía, el docente tiene mucho menos trabajo y, por lo que respecta a los estudiantes, cada cual lo hará según sus capacidades.

Una vez aplicado este primer factor, el del trabajo abierto, ya se observan resultados: el clima de la clase mejora; aunque, de momento, no aprendan todos, mejoran considerablemente el clima del aula y el comportamiento.

El trabajo abierto y la creatividad

Cuando los estudiantes empiezan un trabajo en el aula, normalmente, preguntan: «¿Escribimos a lápiz o a bolígrafo?», «¿Escribimos con bolígrafo rojo o azul?», «¿Cuántas líneas tiene que tener este texto?», «¿En qué página del libro está?», «¿Lo hago así con el pincel?», «¿Cómo hago con la arcilla?», «¿Cuántas dispositivas tiene que tener el power point?», «¿Qué ponemos de título?», «¿Lo puedo poner aquí?», «¿Cómo lo busco?».

Estas son las preguntas habituales de los estudiantes cuando están acostumbrados a actividades cerradas que, por otra parte, les limitan la autonomía. Así pues, ¿cuál puede ser la respuesta del docente para abrir lo que los estudiantes están haciendo? Evidentemente, no puede ser: «Bolígrafo azul», «Ocho líneas», «En la página 57», «Poned esto de título», «Ponlo aquí», «Búscalo en internet», etc… Es mejor responder, por ejemplo: «¿Quién hace el trabajo?» Los alumnos responden: «Yo» o «Nosotros». Pues una buena respuesta del docente es, por ejemplo: «Pensad cómo lo tenéis que hacer» o «¿Dónde lo puedes encontrar?», «¿Cómo lo puedes averiguar?», «¿Cómo lo puedes saber?», «¿Dónde crees que…?». Se trata de no crear dependencia, sino autonomía en el aprendizaje. Aprender a aprender.

La motivación y las tres maneras de motivar

Una niña llega hoy a la escuela y le preguntan: «¿Tienes ganas de empezar?». Dice: «¡No!».

Tengo en clase a esta estudiante este año. ¿Cómo voy a hacer, como profesor, para motivarla? ¿Cómo voy a hacer para moverla a la acción?

Aunque haya una pequeña parte del alumnado que viene motivado a la escuela, a priori, no podemos esperar que la motivación venga antes de una actividad. ¿Está usted motivado para un curso o un taller que empezará dentro de quince días? Seguramente, dirá que no lo sabe, que sentirá motivación o no en función de lo que suceda en ese curso o de lo que le hagan hacer en él. En este sentido, podemos decir que la motivación en el aula depende, esencialmente, de lo que el profesor hace hacer y esto es, a la vez, la mejor y más eficaz prevención para los problemas derivados de la indisciplina y para evitar la sobrecarga de trabajo del docente.

Además de esta motivación tan valiosa que crea la actividad misma o producto que hacemos hacer, también tenemos otros tres tipos muy importantes de motivación: la motivación por el material (usar materiales atractivos, variados); la aprobación del adulto (animar al alumnado a avanzar y hacerle notar que ha hecho algo bien cuando así sea); y el refuerzo externo (una merienda, la nota, una recompensa, etcétera). Educar y Aprender, pág. 30-31, 58.

Este artículo está basado en el Módulo 1: El trabajo abierto, del Método Ballester. El aprendizaje significativo en la práctica. Editorial Círculo Rojo. Antoni Ballester (2018) www.metodoballester.com. y forma parte del libro Educar y Aprender. Conferencias, entrevistas, artículos y experiencias Editorial Círculo Rojo. Antoni Ballester (2020), pág. 30-31, 58.