Sociedad

¿Tienes ansiedad digital?

Aunque sirven para mantenernos conectados, las redes sociales también pueden ser factores para aumentar nuestro malestar y ansiedad.

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21
enero
2021

Tic, toc. Tic, toc. El característico sonido del reloj –versionado al inglés– ha servido para dar nombre a la red social más popular entre los adolescentes: en 2019, los datos de Globalwebindex demostraron que casi la mitad de los 800 millones de usuarios de Tiktok tenían entre 16 y 24 años de edad. En esta aplicación, creada por la firma china de tecnología ByteDance, los adolescentes graban, editan y comparten vídeos cortos que se reproducen en bucle con fondos musicales o efectos de sonido. Ese tictac, según los fundadores, hace referencia precisamente a la breve duración de los vídeos. Pero el sonido del reloj también representa otro aspecto mucho más preocupante: la pérdida de la noción del tiempo cuando nos adentramos en el infinito mar del mundo digital.

Utilizamos las redes sociales para entretenernos, para permitirnos un descanso, para eludir durante unos minutos –o unas horas– el estrés del día a día. Dicho de otra forma, recurrimos a ellas y permitimos que nos roben un trozo de nuestro día, pero también se llevan parte de nuestra salud mental: decenas de estudios científicos ya han evidenciado que es posible volverse un adicto al móvil, mostrando síntomas relacionados con la imposibilidad para centrar nuestra atención, alteración de horarios o irritabilidad. Es cierto que el término de adicción a las redes sociales no figura como tal en las clasificaciones psiquiátricas y que suele referirse más bien a un enganche, pero la realidad es que no sabemos vivir sin estar conectados, ni salir de casa sin el móvil. La influencia de la ausencia o presencia de las redes sociales es tan evidente que los propios gigantes tecnológicos responsables en primera instancia de esta situación ya han comenzado a lanzar aplicaciones para regular el tiempo que se invierte en las redes sociales.

Los gigantes tecnológicos ya han lanzado aplicaciones para regular el tiempo que pasamos en las redes

¿Podemos hablar de ansiedad digital o simplemente de los mismos fantasmas que han rodeado siempre al ser humano pero que ahora aparecen con una nueva máscara? Esta nueva variante de la ansiedad es una etiqueta que engloba multitud de conductas relacionadas con el uso de las redes sociales. Virginia Martínez, psicóloga clínica, asocia el concepto con un viejo amigo del ser humano: el miedo al rechazo. «Como seres sociales necesitamos la aceptación del otro y, como sociedades en constante evolución y cambio, nos adaptamos al medio que nos rodea. Actualmente, este medio incluye al mundo digital», explica. Y añade: «Sin duda, las nuevas tecnologías están modificando el mundo que nos rodea y, con ello, nuestra forma de relacionarnos e interactuar en él».

Podría decirse que hemos adoptado en nuestro repertorio conductual el uso de este dispositivo como si fuera de nuestro propio cuerpo –una visión que ya anticipó el filósofo Marshall McLuhan– hasta tal punto en el que sentimos que algo nos falta cuando no encontramos el teléfono a nuestro alcance, como ese fenómeno de miembro fantasma que surge cuando perdemos una extremidad.

El castigo de los likes

Como todas las etiquetas, esta también debe analizarse con lupa y delimitarse según el repertorio conductual, las características y el contexto de la persona para poder hablar de algo relacionado con una ansiedad clínica. En el conocido documental El dilema de las redes, producido por Netflix, Tristan Harris, ex diseñador ético en Google, analiza la particular influencia que las redes sociales están provocando en las generaciones más jóvenes. «Estamos adiestrando y condicionando a toda una generación de gente para que cuando se sienta incómoda, sola, insegura o asustada, coja su propio chupete digital que está atrofiando nuestra capacidad de enfrentarnos a esas cosas». Las redes sociales se convierten en una fuente de refuerzo positivo basado en likes: cuanto más, mejor nos sentimos; y mayor aprobación resulta en mayor estima. Poco a poco moldeamos nuestra conducta alrededor de esa aprobación, especialmente los usuarios más jóvenes.

Y el castigo llega cuando el contador cae a cero. «La necesidad de aprobación externa es cada vez más dependiente de personas desconocidas al otro lado de la red. En medio de toda la ebullición hormonal de los adolescentes, con cambios tan significativos en la vida de la persona –tanto físicos como emocionales y sociales– las consecuencias que pueden provocar son más significativas y preocupantes», advierte Martínez. Su análisis enlaza con el que los expertos realizan en el documental de Netflix sobre los ingresos de jóvenes adolescentes por autolesiones en los últimos años: a partir de 2009, cuando las redes sociales entraron en ebullición, la proporción de chicas entre 15 y 19 años ingresadas aumentó en un 62%, cifra todavía más alarmante en el caso de preadolescentes entre diez y catorce años, puesto que creció hasta el 189%. «Hablamos de una generación que tiene menor umbral de tolerancia a la incertidumbre: la inmediatez a la que han sido acostumbrados a través de las redes sociales, con respuestas instantáneas por Whatsapp o ‘likes’ en vivo, supone un caldo de cultivo para múltiples problemas», argumenta Martínez.

A partir de 2009, el número de preadolescentes ingresados por autolesiones creció hasta el 189%

Lejos de lo que pueda parecer, los también se enfrentan a los mismos riesgos de pérdida de autocontrol, baja autoestima y tendencias ansiosas fruto de las redes sociales, aunque con menor intensidad. Nadie se salva: el mundo digital ha llegado para quedarse y es el momento de intentar darle el mejor uso posible. Como apunta la psicóloga, somos nosotros los que debemos controlar el dispositivo, y no al revés. Lo primordial es analizar, de la forma más objetiva posible, el tiempo de uso que dedicamos a las redes sociales, planteándonos si recurrimos a ellas en contextos de interacción social, si podríamos haber terminado alguna tarea de no haber sido por el móvil o si nos descubrimos deslizando con el pulgar de forma automática, como quien mete monedas sin parar en una máquina tragaperras.

«Algunos trucos de un uso más saludable serían utilizar el móvil durante determinadas horas o no usarlo durante el fin de semana, realizar otras actividades como deporte, silenciar el dispositivo y leer un buen libro sin mirarlo, desactivar el doble check para no estar pendiente de si la otra persona ha recibido nuestro mensaje, quedar con amigos o disfrutar de una cena en algún restaurante con el móvil en el bolsillo», indica la psicóloga. Reducir las notificaciones al mínimo, poner el móvil boca abajo mientras se trabaja, habilitar el modo nocturno para que no se ilumine la pantalla o utilizar apps que delimiten el tiempo de uso son otros consejos bastante útiles a la hora de afrontar el uso excesivo del smartphone y las redes sociales.

En el caso de los adolescentes, indica Martínez, lo recomendable es poner límites en lugar de cortar su uso de raíz. «Es un sí al uso de dispositivos digitales, pero siempre conforme a unas reglas consensuadas con el adolescente sobre las determinadas horas de uso -una forma de demorar la gratificación sin que suponga un malestar intenso-. Es normal que al principio los chicos se sientan inquietos o irritables, pero conforme se acostumbren a estas reglas y se habitúen a no recibir al instante lo que estos dispositivos les proporciona, el uso puede llegar a ser muy positivo para ellos», apunta la experta. La pandemia provocada por el coronavirus ha sido un gran ejemplo para demostrar que las redes sociales, utilizadas de manera consciente, proporcionan multitud de ventajas. Es cuestión de nivelar la balanza y retomar el control de las agujas de nuestro reloj. Si crees que las redes sociales alteran negativamente tu relación contigo y con el resto de tu círculo y no te ves capaz de gestionarlo por ti mismo, solicita ayuda psicológica.

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