El Tribunal Constitucional ha desestimado el recurso del PP, con los mismos argumentos que desestimó el de Vox: que vivir no es obligatorio. Sí, las mentes lúcidas del TC no dan para más.

De esta forma, el TC santifica el suicidio en España, justo en el momento en que ha surgido la alarma social, porque el número de suicidios experimenta un peligroso recorrido alcista y las calles se llenan de manifestantes que piden más dinero y más psicólogos -viene a ser lo mismo- para luchar contra esta lacra, método de dudosa efectividad pero que revela el miedo de la gente ante el aumento de suicidios, sobre todo entre jóvenes.

Y esta vez la argumentación del PP no ha sido tan mala como acostumbra. En efecto, el partido conservador optaba por incrementar los cuidados paliativos para que la gente sufra menos, como alternativa a la práctica de matar a la gente desesperada o simplemente indefensa. No es lo mismo aliviar el sufrimiento, aunque se reduzcan las defensas, que matar. Lo uno es bueno, lo otro es malo.

Por otra parte, la experiencia de todos los países -por ejemplo, Holanda- es que, al igual que en el aborto, al suicidio asistido siempre empieza por mínimos y acaba  por 'eutanasiar' a menores y a otros que no pueden decidir por sí mismos, a veces por intereses espurios. Por ejemplo, para hereder cuanto antes. 

Eso sí, sólo faltaba, el Tribunal Constitucional respeta la objeción de conciencia del personal sanitario, aunque insiste en que no se puede institucionalizar. Está claro que el Tribunal se refiere a que no acepta una penalización del suicidio asistido, ni con médicos ni sin ellos, pero tiene gracia, porque, tal y como está expresado, parece como si no tuviera ninguna responsabilidad penal el no sanitario que ayuda a morir al suicida.

En cualquier caso, la mayor objeción al suicidio asistido es el adjetivo. Si alguien quiere suicidarse, que se tire por el balcón o que ingiera somníferos: no hace falta que líe a un tercero, ni a todo un sistema sanitario, ni a la conciencia de sus conciudadanos.  

¡Grande sos, Cándido!